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Olero sustituye la tracción a sangre por una moto para producir ladrillos

Gustavo Velozo hizo gala de su ingenio, implementando a su fábrica artesanal una motocicleta que facilita su labor, con la que gana el pan de cada día.

Ingenio paraguayo. Uno de los muchachos se encarga de hacer girar el molino, atando la cuerda al portabultos de su moto, la cual conduce alrededor de la mezcladora, hasta lograr la homogeneización del producto.
Édgar Medina | PRESIDENTE FRANCO

Con el sudor de su frente, como muchos paraguayos, gana el pan de cada día y no se queja de la vida, sino que realiza su labor con alegría. Se trata de Gustavo Velozo, propietario de un lote de dos hectáreas y media de tierras, en la periferia del centro urbano de Presidente Franco, donde produce ladrillos para el sostén de su familia.

Su local está ubicado en el kilómetro 8,5, a unos 500 metros de la avenida Monday, que une Presidente Franco con la localidad de Los Cedrales. Es el único olero que todavía no vendió su parcela a las inmobiliarias para su fraccionamiento, porque prefiere «esperar más y seguir trabajando en lo que sé hacer», según comenta; y es para asegurar el ingreso familiar. El resto de su propiedad alquila a otros dos productores del mismo ramo, para acrecentar sus ingresos.
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ORIGINAL. Por más que la mezcladora sea artesanal, construida en madera, en la pequeña fábrica se implementa el uso de una motocicleta para el procedimiento de homogeneización de la mezcla, «para evitar el uso de animales, como el asno o el caballo», menciona Velozo, que en varias ocasiones pensó cómo podía acelerar el proceso de mezclado, hasta que implementó la motocicleta, para rodar, pero el resultado fue tan positivo que decidió aplicar la idea de forma permanente.

Un compañero se encarga de hacer girar el molino, atando la cuerda al portabultos de su moto, que gira alrededor durante el tiempo necesario para obtener el producto que necesitan. Luego otro joven los alza con una pala en una carretilla y lleva a la mesa, donde don Velozo y un ayudante se encargan de introducirlos «en un molde de madera con cuatro agujeros rectangulares, para darle el toque final y luego depositarlo en la canchada», cuenta.

Esta es un área limpia del suelo, donde se dejan secar al calor del sol los moldes de adobe. En caso de lluvias, los productos son cubiertos con carpas hasta que se asome nuevamente el sol, que se encargará de la solidificación.

EN NÚMEROS. En un mes, el emprendimiento familiar produce entre 25.000 y 30.000 unidades de ladrillos, lo que provee de un ingreso de entre 9.500.000 guaraníes y 11.400.000 guaraníes. «Tengo tres hijos y todos estudian», revela don Velozo.

«Anteriormente alquilaba una fábrica de cerámica, pero hace tres años que me dedico a trabajar en mi propiedad, porque me resulta más», sostuvo el hombre.

Por cada unidad de ladrillo recibe la suma de 380 guaraníes, por parte de los acopiadores, que los vuelven a vender a 500 guaraníes, según su versión. «A veces los propios clientes llegan hasta acá para la compra», cuenta el ingenioso hombre.

Pero su actividad laboral depende netamente de la salida del sol. Los días de lluvia paralizan su trabajo, porque la cocción de su producto depende de la exposición al sol, ya que no utilizan horno para el efecto.

Don Velozo no excava su tierra, porque la materia prima, que es la arcilla floja, le traen de otro lugar. Y paga por ella la suma de 400.000 guaraníes por cada carga de camión tumba.UH
ALTO PARANA DIGITAL.
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